domingo, 29 de marzo de 2009

Sin título o Analogía inmuéblica

La tarea que se presenta puede ser abordada de distintas maneras: podría apelar a una serie de calificativos coloridos, incurrir en halagos pomposos y dar algunos paseos bizantinos sobre ciertos defectos. Incluso tendría problemas con esto, ya que debería sentarme a bosquejar un planteo que justifique por qué considero defecto algún rasgo en particular, y pasaría a ser una recreación personal más que una mera descripción formal. En fin, lo que voy a hacer entonces, es desplazar el eje de la cuestión: voy a pasar a describir su casa como si hablara de ella:
Para acceder hay que atravesar una gruesa puerta y luego caminar un pasillo con una serie de subidas y bajadas, a veces a tientas en la oscuridad, a veces - de encontrar el interruptor - con buena luz. Una vez ahí, hay dos accesos: la entrada principal, que cuenta con una mirilla para examinar a quien llama y ya logró alcanzar este punto, y una segunda puerta, la mayor parte de los casos cerrada y bloqueada, que comunica a un patio interno.El departamento no es nuevo, de esos de ladrillo hueco y durlock, hechos así nomás, ni tampoco una construcción arcaica a punto de implosionar. Básicamente y a grandes rasgos se trata de una construcción plena aún, con buenos cimientos y totalmente funcional.Es una muy linda casa. Colorida, cálida, luminosa, aunque algo desarreglada por los ritmos internos que no dejan lugar para una pulcritud rigurosa. Su salón principal alberga una biblioteca algo empolvada, pero con un gran y profundo contenido. Le sigue la cocina, el sector productivo: bolsas con materia prima y condimentos ingresan para ser procesados con gran habilidad y maestría, devolviendo simples pero exquisitos platos, y en ocasiones, soberbios preparados.Por donde se mire, se encuentran elementos artísticos y herramientas creativas: pinceles, lápices, pinturas, instrumentos, herramientas, plumas y papeles por doquier. Además, los estantes y repisas desbordan de recuerdos, y objetos varios; quizás demasiados, provocando una saturación, y a veces haciendo difícil la limpieza. Finalmente, una habitación de descanso, el sitio más acogedor y tranquilo de la casa, y un baño, lugar de aseo y de deshechos del morador.
A veces, el equilibrio se ve perturbado por una gotera que emana de lo más profundo de las entrañas del edificio - sobre el cielo raso -que se externaliza en forma de oscuras manchas de humedad. Es difícil encontrar una solución, y casi imposible hacerlo sin tener que romper y escarbar en la loza para alcanzar el origen del desperfecto, que según parece es tan viejo como el edificio mismo. Y lo que es peor, la combinación de esto y otros factores menores sirven de caldo de cultivo para una horda de mosquitos, insignificantes y prácticamente invisibles de a uno, pero que de conjunto se vuelven una fuerza angustiante y dura de combatir.
Hace un tiempo también se filtró un roedor, presuntamente una rata. Se escondió en sus rincones más inaccesibles, y comenzó a roer y a defecar en distintas partes. Gracias a la observación y con dedición, el animal fue detectado, cercado y aislado. Se introdujo veneno y se lo privó de alimento, así que ahora resta esperar que perezca de una vez por todas. Y como si esto fuera poco, algunos fantasmas del pasado, aunque muy débilmente, todavía se pasean, logrando que prevalezcan ciertos temores y rompiendo la paz interior.
Para terminar, el departamento sólo posee un problema crónico, que ocurre con sus cañerías. Suelen taparse los desagües cloacales ocasionando malestar general.

Ahora bien, ¿ quién vive en este lugar?, se preguntaran... se dice el pescado, no el pescador.


La casa no se vende.

lunes, 23 de marzo de 2009

Pequeño cuento nocturno para niños breves con insomnio.

Y así, una vez más, llegamos al círculo de los cuerpos quemados, de los que no poseen piel, de los abrasados que no pueden ser abrazados. Los pies embarrados de un camino por las turbas rojizas y hundidizas, de suela dura por la nieve y los ásperos yuyos de las estepas, se posan sobre la arena, alrededor del lago. El agua es verde, bien verde y de un frío eléctrico. Hundir la cabeza ahí es electrocutarse, pero sin dolor.
El único contacto tolerable es el frío que nos envuelve, como los artefáctos destrozados que somos, aunque no inútiles del todo. Y en éste punto se centra el debate.
El círculo se cierra al irse la última persona que conocía. Según las últimas palabras que compartimos no se veía como una averiada. Creía ser capaz de recomponerse y tener una vida "normal". Discutimos acerca de eso, le pregunté qué era normal, y su concepto hizo un gran rodeo alrededor de un montón de cosas que detestaba, quedandose en ese círculo; otro más. No quizo aislarse y venir a morir como algunos de acá, no quizo quedarse a pelear o inmolarse como otros. Quizás por eso vuelva a crecerle la piel sin grandes marcas de todo esto y su carne expuesta quede enterrada lo suficiente como para ser ignorada.
Volví la vista al resto del círculo: todos y todas convencidos de su deterioro, de que pasara lo que pasara, ya no podrían recuperarse, regenerarse.
La reunión duro poco. Varios mostraron su desprecio por todo y se volvieron con el fin de destruir lo que encontraran; como ya no podrían disfrutar de nada, nadie lo haría. Algunos se apartaron pasados algunos minutos y se pusieron a cantar y a tocar algunos instrumentos; se creyeron felices y a salvo y se quedaron a regodearse en su miseria.
Quedamos los otros.
Los otros pensamos en usar nuestra parte aún no descompuesta para subir, para escalar montañas sociales y pinchar el techo que se ciñe cada vez mas ajustado sobre todos. Decidimos andar a tientas en los lugares más oscuros, lanzarnos contra las ventanas tapiadas y hacer algo de luz; encontrar más averiados despiertos y convencerlos de empujar hacia arriba, hasta romper el toldo. Los otros tememos a las hordas de arañas azules y verdes que podrían desatarse, pero eso no nos detiene.
Los otros tenemos la convicción de lograrlo.
Y cuando eso pase y nos aseguremos de que no tengan que volver a nacer atrofiados, nos retiraremos al círculo de nuevo, a cantar junto al resto de nosotros, a acostarnos y morir viendo una noche sin tapa, sin techo, sin más cancer.
Listo, dormite.

viernes, 6 de marzo de 2009

Aviso

Me juí al sur según la convención cardinal.
Abajo para los verticalistas.
Al fin del mundo para los románticos.
Allá.