lunes, 2 de agosto de 2010

Memorias de El Flaco con Cara de - publicidad de - Gillete



Por alguna razón mientras se erguía en la cama y le acariciaba con torpe ternura la parte baja de la espalda a su compañera dormida, tuvo recuerdos que no eran suyos. Un perro lo contemplaba con extrañeza y sumisión, sólo para volverse a echar al pie de la cama ante la estufita eléctrica.El flaco vio en su mente, no sin algo de pudor, como quien revisa un celular ajeno: un perro muy de barrio, llorando al verlo llegar (no a él, sino al dueño de los recuerdos) a una casa precaria porque sabía que recibiría una galletita húmeda de una alacena abichada; un piso negro, pintado con laca, lágrimas y moco, levantarse para enseñar su aspereza de cemento un poquito día a día; vio a un inodoro que terminaría con su sistema de drenaje averiado comerse una carga de pastas que podrían haber dormido a un par de rinocerontes y a una cebra adolescente por unos días; vio a la humedad ceñirse como la peste por todos lados, y dejar su perfume en todo lo que sus garras acariciaban; vio La Historia del Partido Bolchevique a medio leer encima de un banquito encontrado en la calle a medio recauchutar, esperando eternamente ser forrado de cuerina marrón; vio el dibujo a carbonilla de un viejo sin nombre, colgado en una pared con una máscara de Batman hecha con una hoja de un periódico de izquierda, lo vio deslizarse de a poco sobre el arrullo de una gotera que lo miraba de arriba, hasta caerse y hacerse añicos contra el suelo; vio a dos viejos amigos reirse en medio de largas charlas distorsionadas por la hierba, y se quedó pensando en la reflexión que hacían de la facilidad para encarar mujeres que tenían la mayoría de los personajes de Darín; vio remolinos de besos y caricias dispersas, y hasta sintió la voracidad del agujero que deja un sentimiento furioso al implosionar, mostrando sus dientes despechados deseosos de clavarse en la primer yugular que se le atraviese; vio los abrazos de una madre ajena (y en este caso sería ajena al cuadrado, ya que, a riesgo de sonar repetitivo, no eran sus recuerdos), y eventualmente pudo hacerse de la sensación de película antigua que rodeaba al poseedor de las memorias, cada vez que se emborrachaba junto a ella; pudo ver una bicicleta herrumbrarse, pudo ver partes de moto en todas partes, pudo ver la búsqueda obsesiva de monedas que lo sacaran del barrio, y la exhaustiva resistencia mental por no fundirse como una lamparita en corto. Seguramente vio muchas cosas más que no recordó, o que quizás recuerde en un futuro relato. Lo que es seguro es que se dejó caer en la cama, sonrío mientras se dormía haciendo cucharita con quien le dedicara un soneto de ronquidos, y no le dio gran importancia a esas ocurrencias de media noche.