miércoles, 28 de octubre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

La Carretera de los Huesos

Las cosas se acomodan un poco, el suelo vuelve al lugar que le corresponde y lo mismo pasa con el cielo. Todo esto sucede mientras se arrastran fuera del vehículo, cada uno por su lado. Los dos tripulantes tras examinar sus propias herdias y tratar de entender que acaban de sobrevivir a un accidente, se aproximan para encontrarse. El primero en salir es el que estaba al volante. El acompañante dormía, y despertó al costado del camino. No recuerda haber reptado hasta ahí. Se observan en silencio, y sonríen con tristeza, en medio de una carretera desierta, construída sobre los huesos de los disidentes, en algún lugar de la nevada estépa siberiana.
- ¿Qué vamos a hacer?

- No sé. El auto está hecho mierda; entiendo que no tiene arreglo.

- Sí, así parece. ¿Estás bien?

- Sí, con algunos golpes, y raspones. ¿Vos?

- Creo que me quebré algo.

Un viento escarchado y malicioso los deja sin habla un instante. El sol empieza a ponerse.

- ¿ Cómo chocaste?

- ¿Yo? ¿¡Qué cómo choque?! ¡Vos venías durmiendo, se suponía que eras el copiloto!

- Sabes que no se manejar, nunca lo había hecho.

- Eso no cambia las cosas.

- Evidentemente. ¿Esperamos a que pase un colectivo?

- ¿Es en serio? Tenemos que ir a algún lugar. No podemos quedarnos acá.

- Yo no puedo moverme; te dije, creo que me rompí algo. - Al decir esto, posa su mirada suplicante en los ojos que tiene frente a sí.

- Mirá, está todo bien, pero no puedo cargarte. Y quiero preservarme. ¿Entendés no? Si queres, quedate a esperar tu colectivo; tal vez a mi me suba más adelante y nos veamos arriba.

No responde pero asiente con la cabeza. Se abrazan.

Desde la banquina ve marchar a la persona que viajaba a su izquierda hasta perderse en el horizonte helado, y fusionarse con el hielo y las nubes, allá donde se juntan. Quizás llore al caminar, quizás sonría, quizás sólo esté concentrada en llegar... allá, a donde sea, para poder seguir viaje. Para el resagado será un gran misterio, ya que el baiven del pelo sobre su nuca no le brinda ninguno de estos datos, y jamás la verá volver la cabeza atrás.


Sus tripas se sublevan tras caer el sol. Su cabeza sale a parar esa rabiosa reacción. Entiende, entiende como son las cosas, no lo considera mal, acuerda; y recuerda. A sus tripas poco parece importarle, y no paran de retorserse. Su mente maniobra, le sugiere que se calme, que el colectivo pronto pasará y podrán encontrarse ahí arriba. La respuesta de sus víceras no tarda en hacerse saber, y en forma de vómito le preguntan si está dispuesto a quedarse esperando algo que probablemente - y hasta casi con total seguridad - no va a pasar.

Ninguna de las partes logra imponerse, y su cabeza sigue matándose en un feroz duelo con las tripas.


El sueño y la gangrena lo tumban. Se ve morir y convertise en papel. Y ve otro papel. Y en el suyo hay tres puntos, mientras que en el otro hay uno solo; sentenciante.

Quiere borrar los dos que le sobran, pero no lo consigue de momento. Juguetea con la idea de que, al igual que en cientos y miles de relatos escritos, los nombres que aparecen, a veces vuelven a hacerlo un par de párrafos más adelante. Las víceras se mofan y le declaran la guerra.


lunes, 26 de octubre de 2009

Intervención

Paciente: ...pero duele mucho.
Doctor: Me temo que...
P: (interrumpiendo)... es la única manera, ¿verdad?
D: Así es. Es bueno que lo sepa.
P: Yo lo se; mis tripas no y no paran de retorcerse. ¿No puede hacer que vaya más rápido?
D: No se queje tanto. Es una buena máquina, una Yelmo que está como el día en que la compraron.
P: Duele.
D: Eso ya lo dijo usted, sea más original. Describa que es lo que siente.
P: Esa aspiradora en el ombligo no se puso bien. Se me sale sangre por los costaditos, y creo que aspira de más. Me saca la risa de los pulmones; y creo que se está llevando un pedacito de espíritu...
D: No me conmueve, no sea tan dramático. No es el primero, y detrás suyo aguarda una infinidad de pacientes más.

(Silencio)

P: ¿Es necesario que la extirpe toda? ¿No puede dejar un pedacito aunque sea?
D: Bien sabe usted que no, no se para qué me lo pregunta.
P: Por llorón.
D: Bien; procure dejar de hacerlo.
P: Procure tener un poco más de tacto.

(Entra una enfermera; nadie repara en ella)

P: ¿Por qué duele más de noche?
D: Lamento informarle que el contagio se produjo en horario nocturno. Su cuerpo entero estuvo expuesto, y mucho me temo que también tendré que arrancarle la piel nuevamente, por más que tenga poco uso esta nueva que trae.
P: Lo se. Hágalo. Total, vuelve a crecer, ¿no?
D: Depende, pero la que tiene ya no le sirve de mucho. Lo siento, me tengo que ir. Intente descansar.
P: Intente irse a la mierda.

(El doctor se retira. El paciente cierra los ojos. Sueña con un conejo, con un cazador y una licuadora)

P: ¿No hay otra forma, verdad? ¿Doctor? ¿Hola?

(Las luces se apagan muy de a poco)

domingo, 25 de octubre de 2009

viernes, 23 de octubre de 2009

Niño Condenado

Habla conmigo,
viejo perro blanco,
habla conmigo,
ladra tu quebranto...
cuando quieras,
olvidarlo...
tu quebranto...

Habla conmigo,
perro de la lluvia...
habla conmigo,
solo tú conoces,
la vendimia...
de la calle...

¡La delicia!
¡La delicia!

Habla conmigo,
viejo perro blanco,
busca descanso,
con tu molinete,
que los amos,
no descansan...
ya no existen...

Habla conmigo,
perro de la lluvia,
habla conmigo,
niño condenado,
por el diablo de febrero...

¡Perdonado!
¡Perdonado!
¡Perdonado!

martes, 13 de octubre de 2009

Importante concepción ontológica

"Ahí" es el lugar donde quedan las cosas que no tienen ganas de ser

lunes, 5 de octubre de 2009

Agua e Vinho

[ Musica maestro: http://www.youtube.com/watch?v=AZnQUMxYPds ]


Los perros se miran y sonríen ante la coda de sus vidas. Todo cobra un nuevo sentido; la realidad es nítida, es fresca como el pasto del campo a la mañana, como el agua de los lagos olvidados de montaña. La tarde baña a las siluetas en oro luminoso, y las partículas de polvo planean ante la visión de los mártires. La paz es quebrada, o más bien, acompasada por los golpes del hacha del verdugo contra el piso hueco. Alguien fantasea y lo ve como uno de esos directores barrocos que en lugar de usar batuta, golpeaban sus bastones contra el piso. Pronto, dos sacos inertes y encapuchados bailarán para él.
Los canes inspiran profundamente. Quizás intenten, inconcientemente, aferrarse de algo, o quedarse con algo antes del final, aunque sólo sea el aire de sus pulmones. Uno de ellos jadea y piensa: "le llevaría horas al pintor más avezado recrear el color de la sangre sobre el verde de los tablones de onix del cadalso. Lástima que apenas alcance a verlo."
El otro interrumpe su meditación: - La muerte es renovación, compañero. Las cosas podrán ser distintas para los que nos sucedan. -
El hacha dibuja una curva áurica contra el destello de la última luz de esa tarde. La imagen es fuerte, pero el último a ser ejecutado conserva el recuerdo de su compañero en lo alto, y no la del cuerpo con su cabeza pendiendo de un jirón de carne que no alcanzó a ser cortado. Son concientes de por qué están ahí, y su moral no se quiebra.
Ningún pintor pudo nunca recrear aquellos colores.