viernes, 29 de enero de 2010

Shakespeare Marxista

Me gustás más así, Julieta, cuando en lugar de lamerte las heridas que te hacés con tus garras de aguilucha vieja, tomás el veneno, no de un presunto Romeo muerto - sería sobredosis - sino de un mundo pútrido, y vomitas una estructura concreta y lacerante de palabras llenas de energía.
Julieta, quizás no naciste para el amor, pero podrías morir por él. No te molestes tanto, tenemos al menos una bala policial, con nuestro nombre labrado. Relajate, ¿sí?

jueves, 28 de enero de 2010

Espiralada

Literatura del ombligo. Ella ella ella.
Desabastecimiento de espejos; necesidad de reflejo. Lastimoso.
Desabastecimiento de interlocutores fiables; necesidad de un orejo. Tristozo
Aparece Orejo. Orejo endulza Oreja. Aunque solo por el pabellòn; la miel es tan superficial que ni llega a olerse desde el tìmpano. Oreja compra y se vende. Siempre fue asì.
Oreja no escucha, es paradòjico y hasta un problema existencial. ¿Para que està una oreja que no escucha? Bueno, es cierto, los aritos le quedan bien, vale.
Oreja dice pretender azucar, pero consume Chuker.
Oreja espera llenarse de cera para apuñalarse con un cotonete. Hermètica. Quizàs eso justifique todo.
Oreja es Ojera, pero no sojera, aunque ajera.
Oreja raja rejas rojas, rojas, rojas.
Oreja dicese rota, pero no tiene huesos. Cartìlago endurecido.
Orejase dicese lastimada, pero un arito saca al otro, y su aujerito no se cierra nunca.
Salvo que lo arranquen. Pero no es la costumbre. Lo habitual es cambiarlo cuando se mece solo.
Por otro, por otro por orto.
Etc.

domingo, 17 de enero de 2010

Totem

- Entiendo que el miedo parte de la incertidumbre; de no poder discriminar el peligro y, en consecuencia, verlo en todas partes. Como en esa obra de walsh, ¿viste?: "el enemigo se ha vuelto invisible" - dijo. - ¿Y sabés una cosa? Ya no tengo miedo. El enemigo se presenta con una nitidez asombrosa, como un camaleón trucho que se despinta ante una tímida garúa, y del camuflaje pasa al contraste. - Y entonces, ¿cual es el problema? - le preguntó. - El problema es esa lluvia. Ya no ahoga, sólo enfría, vuelve las cosas azules y algo tristes. Y podría conseguir un buen paraguas, ¿sabes? Pero es mi lluvia, y de momento no puedo salirme - replicó con una sonrisa azulada. Era una sonrisa triste, pero llena de fortaleza.

- No, no voy a conseguir un paraguas. Voy a hacer que se detenga.