viernes, 27 de abril de 2012

Renacidio

El Himen se quebró por segunda vez, y sabe que habrá una tercera y hasta y una cuarta. Pero para eso tiene que recomponerse.
Y lleva lo que le lleva a las hojas crocantes de las veredas otoñales hacerlo.
Tiene que recordar desde que fue semilla, hasta sentir el recorrido sinuoso y sensual de las curvas y hebras que tanto gustaba en acariciar, hasta que se fue secando, resquebrajando ante una mano torpe e impotente para impedirlo, unas orejas sordas para oir como la salvia se escurría, hasta que cayó a unas baldozas de hormigón lavado, y crujió por vez última bajo el taco de un Sarcani de una oficinista apurada. Eso si lo detectaron su orejas ensordecidas.
Y lleva lo que le lleva a una mano artrósica recobrar su juventud para volver a hacer sonar un fagot herrumbrado.
Tiene que pararse en el punto de partida anterior y recorrer todo el camino de nuevo, tomando apuntes, corrigiendo, retocando notas, cambiando algunas alteraciones de un pentagrama enredado de sensaciones graves y agudas; intensas. Hasta llegar al tutti final... sólo que esta vez no hubo tutti, sino un obstinato en fade out. Y unos huesos de mano haciendo sonidos de matraca tortuosos, sólo para llorar unas cuantas notas sencillas de la boca del instrumento.
Y lleva lo que lleva agarrar una birome de nuevo y romper el vacío cristalizado de una hoja en blanco ya amarillenta.
Tiene que abrir camáras, compuertas y exclusas. Dejar que el torrente estancado de años de blindaje mane, saque toda la mugre como las canillas de edificios viejos; primero dejar pasar toda un agua con arenilla del fondo del tanque, hasta que empiece a salir más potable. Y duele como infección urinaria, y rinde las mismas dos gotitas que salen rasposas desde los genitales hasta darse de boca con el depósito del inodoro.
Cuando eso se conecte con la mano, quizás salgan algunas primeras palabras sufridas.
Tal vez.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Duendes

Hace cosa de un mes los empecé a sentir de nuevo. Y estaba El Sujeto; había vuelto. Hacía dos años que me estaban transplantando los ojos, y no los había vuelto a percibir.
También empezaron a sonar murmullos, y a resaltarse algunas sombras. Y entonces, todos en Getzelmina empezamos a recordar, aunque muy gradualmente.
Hace unos días empezaron a verse. Empezó en los conventos a donde los mandaban. Aparecieron, mucho más reales que los que habían estado apareciendo hace un año.
Hoy, a través de una cámara vi a una de ellos. La más parecida a Folavril.
Y pude escucharlos también, mientras cantaban su canción de marcha.

lunes, 2 de agosto de 2010

Memorias de El Flaco con Cara de - publicidad de - Gillete



Por alguna razón mientras se erguía en la cama y le acariciaba con torpe ternura la parte baja de la espalda a su compañera dormida, tuvo recuerdos que no eran suyos. Un perro lo contemplaba con extrañeza y sumisión, sólo para volverse a echar al pie de la cama ante la estufita eléctrica.El flaco vio en su mente, no sin algo de pudor, como quien revisa un celular ajeno: un perro muy de barrio, llorando al verlo llegar (no a él, sino al dueño de los recuerdos) a una casa precaria porque sabía que recibiría una galletita húmeda de una alacena abichada; un piso negro, pintado con laca, lágrimas y moco, levantarse para enseñar su aspereza de cemento un poquito día a día; vio a un inodoro que terminaría con su sistema de drenaje averiado comerse una carga de pastas que podrían haber dormido a un par de rinocerontes y a una cebra adolescente por unos días; vio a la humedad ceñirse como la peste por todos lados, y dejar su perfume en todo lo que sus garras acariciaban; vio La Historia del Partido Bolchevique a medio leer encima de un banquito encontrado en la calle a medio recauchutar, esperando eternamente ser forrado de cuerina marrón; vio el dibujo a carbonilla de un viejo sin nombre, colgado en una pared con una máscara de Batman hecha con una hoja de un periódico de izquierda, lo vio deslizarse de a poco sobre el arrullo de una gotera que lo miraba de arriba, hasta caerse y hacerse añicos contra el suelo; vio a dos viejos amigos reirse en medio de largas charlas distorsionadas por la hierba, y se quedó pensando en la reflexión que hacían de la facilidad para encarar mujeres que tenían la mayoría de los personajes de Darín; vio remolinos de besos y caricias dispersas, y hasta sintió la voracidad del agujero que deja un sentimiento furioso al implosionar, mostrando sus dientes despechados deseosos de clavarse en la primer yugular que se le atraviese; vio los abrazos de una madre ajena (y en este caso sería ajena al cuadrado, ya que, a riesgo de sonar repetitivo, no eran sus recuerdos), y eventualmente pudo hacerse de la sensación de película antigua que rodeaba al poseedor de las memorias, cada vez que se emborrachaba junto a ella; pudo ver una bicicleta herrumbrarse, pudo ver partes de moto en todas partes, pudo ver la búsqueda obsesiva de monedas que lo sacaran del barrio, y la exhaustiva resistencia mental por no fundirse como una lamparita en corto. Seguramente vio muchas cosas más que no recordó, o que quizás recuerde en un futuro relato. Lo que es seguro es que se dejó caer en la cama, sonrío mientras se dormía haciendo cucharita con quien le dedicara un soneto de ronquidos, y no le dio gran importancia a esas ocurrencias de media noche.

lunes, 28 de junio de 2010

El abismo hacia arriba, vestido con un saquito negro y una sonrisa vórtica



Eslabones de una larga y delgada cadena de aceite y pizza, a más de $2,50 la porción en Federico Lacrozze parecen imitar el movimiento sensual de la criatura; no lo logran. Todo vuelve a Lacrozze, ¿verdad? Es como el gran vórtice donde convergen las frustraciones delante de las vidrieras de pizza, y más pizza, perpetuas testigos silenciosas y devoradas. Tal vez sea porque ellas representan en primer lugar lo inalcansable, lo que sólo se llega a percibir con la nariz como para sentar en acta el deseo que nunca se concreta; más bien, ¡con lo que te cobran dirá una señora que intenta cambiar monedas en un kiosco - sin éxito -! Pero ese pesimismo senil tan de señora no entra en el subte, asi que todo vuelve ahí abajo. (...)

viernes, 25 de junio de 2010

El Aganem'ij espejado, o lo que no quedò de él en estos pagos

Quizàs reboten contra los parches reventados de una chancha de estudio esos anteojos cools, de la cara de un cool al enterarse. Quizàs encuentren una razón hinchada de helio los que siempre buscan una cuando se les pinchò la que tenìan, o se tragaron el gas para hablar en registro flautesco. No parece haber muchas alternativas serias, màs que el canturreo nunca original, pero siempre renovado de los eternos aprendices de clown con esos sabidos nùmeros sobreactuados e impostados.
Como sea, clown, cool, casatrati di helio, parecen desaparecer bajo la marea de la nocturnidad del viernes a la noche, y entremesclarse con el pitido en la oreja. El problema es que esa marea no es lo suficientemente consistente como para ahogarse ni para flotar lejos de la isla del naufragio.
Hay problemas màs serios que esa isla y sus recuerdos.
Hay tareas màs actuales, y sueños muy lejanos.
Hay un estremecerse de las cuerdas que gritan ser frotadas, y un viejo rojo que llora con fortaleza y rabia.
Hay un pibe que nunca lo pasaron a buscar y no tiene a donde ir.
Hay una sirena que ya sòlo canta en voz baja; un oìdo vicioso con sìndrome de abstinencia.
Hay un chocolate que exige ser degustado; una lengua reticente y muy golpeada.
Hay un perfume embriagante, en un cuenco cristalino fràgil e inalcansable en la estanterìa de alguna tìa vieja y gorda, con el pelo teñido, labial rugoso, y aros grotescos. Para colmo, un chiwawa latoso lo custodia.
Hay una fracciòn interna que se incrusta muy adentro y pincha. Hay una purga, de te de orègano sin azucar, sin inflaciòn.
De tanto haber hay acciòn, y de tanta acciòn hay reacciòn. La tensiòn se dilata como el mercurio de un termòmetro febril, en Callao de contramano.
Vacìo,
vacìo,
Vacìo.
De verdad.

sábado, 15 de mayo de 2010

(Himen) Enredado

Mis pelos fueron rapados, arrancados,
para volver,
para volver a crecer,
para volver a nacer - bebe enredado-,
para volver al camino que se pierde,
en el màs azul de los avismos - mar de noche -.
para volver al Himen - inexitinguible -
quebrado por el Violador del Desengaño.

Ahora està algo crecido
como el dìa en que nos perdimos - pero un poco antes -,
para volver, y poder elegir
o caer otra vez.
¿Y si aprendieramos esta vez de nuestra muerte,
y la de los nuestros,
para no volver a morir;
y romper,
con esa falsa circularidad,
de la historia,
del pasado,
de carrousell del ItalPark;
para vencer el miedo,
y poder soplar en esa trompeta,
presuntamente maldita,
y desterrar esos fantasmas metálicos,
haciendola sonar,
otra vez,
hermana,
compañera,
camarada?

[letra no cantada del tema homònimo de la pelìcula "ESMA: Memorias de la Rresistencia"]


http://www.youtube.com/watch?v=-aGgbjxdwhI

viernes, 29 de enero de 2010

Shakespeare Marxista

Me gustás más así, Julieta, cuando en lugar de lamerte las heridas que te hacés con tus garras de aguilucha vieja, tomás el veneno, no de un presunto Romeo muerto - sería sobredosis - sino de un mundo pútrido, y vomitas una estructura concreta y lacerante de palabras llenas de energía.
Julieta, quizás no naciste para el amor, pero podrías morir por él. No te molestes tanto, tenemos al menos una bala policial, con nuestro nombre labrado. Relajate, ¿sí?