lunes, 28 de junio de 2010

El abismo hacia arriba, vestido con un saquito negro y una sonrisa vórtica



Eslabones de una larga y delgada cadena de aceite y pizza, a más de $2,50 la porción en Federico Lacrozze parecen imitar el movimiento sensual de la criatura; no lo logran. Todo vuelve a Lacrozze, ¿verdad? Es como el gran vórtice donde convergen las frustraciones delante de las vidrieras de pizza, y más pizza, perpetuas testigos silenciosas y devoradas. Tal vez sea porque ellas representan en primer lugar lo inalcansable, lo que sólo se llega a percibir con la nariz como para sentar en acta el deseo que nunca se concreta; más bien, ¡con lo que te cobran dirá una señora que intenta cambiar monedas en un kiosco - sin éxito -! Pero ese pesimismo senil tan de señora no entra en el subte, asi que todo vuelve ahí abajo. (...)

viernes, 25 de junio de 2010

El Aganem'ij espejado, o lo que no quedò de él en estos pagos

Quizàs reboten contra los parches reventados de una chancha de estudio esos anteojos cools, de la cara de un cool al enterarse. Quizàs encuentren una razón hinchada de helio los que siempre buscan una cuando se les pinchò la que tenìan, o se tragaron el gas para hablar en registro flautesco. No parece haber muchas alternativas serias, màs que el canturreo nunca original, pero siempre renovado de los eternos aprendices de clown con esos sabidos nùmeros sobreactuados e impostados.
Como sea, clown, cool, casatrati di helio, parecen desaparecer bajo la marea de la nocturnidad del viernes a la noche, y entremesclarse con el pitido en la oreja. El problema es que esa marea no es lo suficientemente consistente como para ahogarse ni para flotar lejos de la isla del naufragio.
Hay problemas màs serios que esa isla y sus recuerdos.
Hay tareas màs actuales, y sueños muy lejanos.
Hay un estremecerse de las cuerdas que gritan ser frotadas, y un viejo rojo que llora con fortaleza y rabia.
Hay un pibe que nunca lo pasaron a buscar y no tiene a donde ir.
Hay una sirena que ya sòlo canta en voz baja; un oìdo vicioso con sìndrome de abstinencia.
Hay un chocolate que exige ser degustado; una lengua reticente y muy golpeada.
Hay un perfume embriagante, en un cuenco cristalino fràgil e inalcansable en la estanterìa de alguna tìa vieja y gorda, con el pelo teñido, labial rugoso, y aros grotescos. Para colmo, un chiwawa latoso lo custodia.
Hay una fracciòn interna que se incrusta muy adentro y pincha. Hay una purga, de te de orègano sin azucar, sin inflaciòn.
De tanto haber hay acciòn, y de tanta acciòn hay reacciòn. La tensiòn se dilata como el mercurio de un termòmetro febril, en Callao de contramano.
Vacìo,
vacìo,
Vacìo.
De verdad.