domingo, 30 de noviembre de 2008

Derrotismo

¿Qué nos hicieron? ¿Y por qué? Salgan; salgan ya. Saquen toda su mierda, ahora mismo. Saquen su culpa, su autocompasión, saquen su cinismo, su forma rastrera de vivir, su lástima y su hipocresía. Saquen toda la sobrada cortesía que sembraron, saquen su cáncer y su veneno, sus espinas y lanzas. Desempálennos. Saquen sus astas de nuestros culos, sáquennos de sus huertas: no somos sus espantapájaros y no nos importan en verdad, sus buitres y frustraciones. Dejen de hundirnos la cabeza en su inmundicia y de hacernos creer que lo merecemos. Saquen ese mandato de poner la otra mejilla, el orto, o pedir de rodillas. Aún en esta noche, larga y espesa como crema empetrolada, aún hoy y ahora, lo exigimos, aún sin más sangre, lagrimas o moco para derramar. Estamos acabados, demasiado débiles para resistir o dar pelea; no importa, lo exigimos de todas formas, porque al menos tenemos una voz ronca y apagada, pero voz al fin, porque estamos cansados del inframundo, y preferimos no estar que seguir acá.
La conciencia es nuestra única arma. Solo tenemos eso, la noción de que estamos hundidos en un barro que no es nuestro, y que no lo queremos más. Tememos más seguir así que morir... ¡que digo! morir parece algo agradable al lado de esta tortura. La idea de yacer acostados, en paz, de cerrar los ojos, la nariz, y las orejas para no ver, oler o escuchar más nada de todo esto. Su estúpida morfina ya no nos ciega ni nos alivia, y su peste nos corroe muy de a poco. Basta.

Salgan de nosotros.

jueves, 30 de octubre de 2008

Unas pocas líneas

El luthier celestial nos recuerda que somos instrumentos. Como tales no manejamos la creación a voluntad. Cuanto más lo intentamos, más rígida se vuelve nuestra madera, más ásperas nuestras cuerdas. La historia nos golpea, y es preciso desenrigidecernos para poder vibrar libremente, dejar que la música de la realidad se propague a través nuestro, ser su resonador, su herramienta de cambio.
El luthier celestial me sugirió que unas pocas líneas estaban bien para empezar.

jueves, 16 de octubre de 2008

Ejercicio 6/09/08

El ruido de una gota de lluvia rechoncha que estalla, y otra, y otra. Ellington en su piano, en el eco de una grabación. El carrito que se descarriló en el Italpark. La cabeza de un fusilado contra el suelo, imperceptible para los oídos aturdidos de los disparos. Una trompeta con plasticola cagando notas pegajosas. Algún recuerdo de un suceso terriblemente sin importancia.

Ellinton descarrilando de su piano contra el suelo. El Italpark en un recuerdo con plasticola. El ruido de una trompeta contra las gotas. Un fusilado de un carrito grabado. Un oído percibe notas terriblemente sin importancia.

Recuerdo cuando el piano de Ellington disparaba contra un oido imperceptible...

etc.

jueves, 18 de septiembre de 2008

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un manifiesto más del montón

Mi nombre es... no importa. El sistema nos pasó su cancer, nos pudrió, nos cagó. Es eso. Estamos cagados por más trillado que suene. Desde que nacemos, comenzamos a padecer una serie intolerable de dolores interminables, hasta la muerte.
La vida no es sufrimiento, gritan los voceros optimistas, y ofrecen para palear ese desgarro un espectro de morfinas de todo tipo, que atontan, evaden, o pudren los espíritus buscando aliviar. En consecuencia, almas embobadas danzan alegre y torpemente en los salones etereos, en las calles de la civilización podrida, donde sea, mientras son absorvidas y apagadas. Otras, las evasoras, se van llevando todo lo que pueden a sus fantasías, aunque deben hacer pie de éste lado, y eso los termina destruyendo; el cancer repta por su pierna hasta alcanzarlo. En último lugar vienen las que consumen la peor de todas: la "verdad". Zombies arrastrándose por los escenarios mal pintados y absurdos sin notarlo, sintiendo real esta puesta bizarra y siniestra, mientras los escenógrafos ríen en los palcos, ríen con la boca llena, glotones, las manos enchastradas de la abundancia y la sangre de los que caen. Y no ven que el teatro se resiente, se derrumba de a poco, y cada vez más rápido.

Rechazo estas morfinas y las repudio. Detesto a los hombres que apelan a ellas, pero en el fondo los comprendo. No soy un iluminado por esto. Soy un enfermo más. Apoyo la lucha, el arte de dar pelea, aún con todas las de perder, con una victoria histérica y no correspondida. Si hemos de morir, que sea en el contexto de la lucha y no de la resignación pasiva.
Se que hay una cura, pero no es posible pelear cuando el dolor ciega y paraliza; se lo que el arte podría ser, y aun descreyendo de que es posible lograrlo peleo por ello. Pero hoy no, hoy no es eso; hoy tiene cancer, como todos. Hoy ha de ser una morfina más, algo que haga menos dolorosa nuestra lucha, pero sin atontar, sin evadir, y sin el vacío de la fe redentora. Algo que nos de conciencia plena, que nos muestre como revienta nuestra carne ante cada estocada, y que no nos adormezca... tan solo que nos ayude a sobrellevarlo y seguir, que duela un poco menos.
El arte no puede ser un camino, ni un remedio ni una solución por sí sola. El arte solo puede significar una herramienta, una bálsamo indispensable en nuestra senda de lucha, en nuestro paso por la existencia y recordarnos nuestra capacidad, nuestro potencial, nuestro poder de intervención en la realidad material.

viernes, 29 de agosto de 2008

Polecía o Poesial (basicamente poesía policial)

Presentamos a continuación el poema que obtuvo el primer puesto en el certamen "los valientes que conforman las fuerzas, también tienen derecho al arte":

¡Oh!, firme un mediodía a las catorce y cuatro de la tarde,
formado de espaldas al ministerio,
cuando tú, una femenina de aproximadamente treinta años,
te aproximaste al lugar de los hechos,
y en clara actitud criminal,
arrojaste una molotov contra el carro - hidrante - .
Que siniestro de gran envargadura,
para un oficial de servicio,
no el fuego que me rodea,
sino el que se propaga por dentro.
Pero mi sentido del deber está primero,
y tomando el bastón reglamentario,
procedo a reprimir mi sentimiento,
y descargo un golpe sobre tu cabeza,
reduciendote en el acto.

sábado, 23 de agosto de 2008

Paranoia cuántica.

Quizás no parezca demasiado espeluznante. El flaco iba por la calle y levantó un chuker que parecía cerrado. Tenía el plastiquito de seguridad intacto, no parecía haber sido abierto y la fecha de vencimiento estaba en orden. Se agachó a levantarlo, sintió como el frío se le metía por la espalda al correrse el buzo que llevaba puesto y sonrío por las cosquillas. Su cabeza con resabios diecinuevistas, sin tener siquiera noción o un grado mínimo de conciencia de ello, tuvo que encontrarle en seguida una explicación racional a eso. El absurdo es un arma de destrucción masiva para este paradigma, y si un chuker cerrado, y nuevo, en la vereda de una calle de barrio no tiene razón o sentido, podría abrir una brecha, hacer caer al universo entero: alguien fue al almacén, compró varias cosas - de haber sido solo ese producto, difícilmente se hubiera caído -, quizás la bolsa estaba rota... la cosa es que se le terminó cayendo y terminó a mis pies. Simple, pero eficaz, el universo respira con alivio; está a salvo de momento.
El envase cilíndrico cae dentro de una mochila, tras ser revisado una vez más hasta constatar que efectivamente se encuentra cerrado.
El flaco camina distraídamente por las veredas semidestruidas del barrio. En cada baldosa pareciera haber algo inexplicable, alguna contradicción. Esta nueva amenaza contra el orden instaurado se muestra mucho mas nociva, brutal. Apura el paso para no pensar. El frasco de chuker empieza a golpearse con unos pocos objetos en el interior de la mochila. Su mente vuelve a él. Su mente tiene fiebre. Su mente tiene resabios diecinuevistas, sí, pero existe en el veintiuno - atravesando todo el veinte -. Su mente es conciente de las infinitas posibilidades, intuye los principios de la física cuántica.
Podría ser algo con apariencia de envase de chuker pero que no lo fuera. Quizás hasta una intervención artística, alguna confección como las de Warhol, alguien lo espía y estudia sus reacciones. Podría ser. Pero tiene que seguir, hay tantas explicaciones posibles, factibles. Tal vez esté alucinando, no hay chuker; o soñando. Sin quererlo desarrolla y reelabora cientos de teorías acerca de la percepción, realidad y surrealismo. Y sigue. Está la posibilidad de que el chuker en su interior esté adulterado, manipulado por algún laboratorio que realice pruebas clandestinas. De ser así, él y toda su familia sufrirían mutaciones, serían rastreados y monitoreados. Se alarma, mira a su alrededor y no ve a nadie sospechoso; podría ser cualquiera. Abre la mochila y toma el chuker dispuesto a deshacerse de él. Pero ya tiene sus huellas. Además, quizás alguien lo arrojó deliberadamente para volver loco a quien lo tomase, y de soltarlo se perdería la posibilidad de disfrutar de este producto - que no le costó nada -, y el perpetrador de esta maniobra saldría ganando.
Considera que tiene algo de tiempo para meditarlo. Se sienta en un banco. Enciende un pucho.

domingo, 3 de agosto de 2008

...

Correr al horizonte,
por su poción; elixir.
Pies fugaces, fosas abiertas:
asfixia sin aire rompiente,
sin zurco, sin carrera.
Velocidad. Vértigo.
Hambre de más horizonte,
de movimiento, de ruedas,
de péndulos y engranajes,
esferas y agua fluyendo.
Estatismo cancerígeno,
sombra asesina en delay,
apenas por detrás,
a un traspié de distancia.
Desenvainar un plumín,
herir a la sombra;
hemorragia negra,
torrentes de tinta china,
salpican,
ensombrecen,
opacan,
obscurecen,
abducen.
Correr más rápido,
al oeste,
ganarle al aterdecer,
intentar, al menos.
Inútil.
Noche, la sombra se adelanta:
Frío, miedo.
Perdido y solo.
Encendedor y puchs.
Culo en tierra húmeda,
espalda en piedra,
resplandor y humo,
inhalar más humo,
ahogar a la noche,
para que no duela,
para que no ría,
para que no derrame más tinta,
quizás vino,
amargo,
espeso,
amigo.

martes, 29 de julio de 2008

Reflexión II

Se abre de su escuadra; soldado. Camina como perseguido por su sombra todo el crepúsculo hasta que la oscuridad la absorbe. Llega hasta el mismo estanque, el mismo reflejo. Esta vez es distinto.
Crujido. Siente el desgarro de la piel al quitarse la coraza. Están fundidas y no hay otra forma; lo sabe. Consigue desprenderse de la mayor parte de las placas pero el dolor se vuelve insoportable. Cae inconsciente.
Amanece. Piel arrancada bajo un sol tibio y cálido pero abrasador para su carne expuesta.
Hay que seguir arrancando: dolor placentero, alma elongando, estirándose tortuosa pero gratamente.
Cae el metal con cuero.
Una lanza irrumpe del pasado y se clava en su omóplato derecho. De rodillas consigue arrancársela con parte de tejido y víseras descompuestas. Súbitas arcadas: termina de vomitar lo pútrido solo para darse cuenta de que, involuntariamente, está cagando, denso, negro y sangre coagulada. Se marea. Resbala, cae y se revuelca en su inmundicia. Se siente asqueado, miserable, detestable.
Consigue pararse.
Un frío y dulce llanto de manzanilla con anís alivia momentaneamente el ardor y la ebullición. Limpia el asco, oxigena, aromatiza. La purga terminó.
El cielo se oscurece. Se nubla. Lluvia, piensa con placer. Silencio atravesado por un trueno áspero; mal augurio. Grandes gotas de litio y titanio fundido se precipitan; el cuerpo se estremece, se retuerce de dolor; se arrepiente del sometimiento antes de alcanzar el paroxismo, como es natural, pero ya es tarde.
La tormenta se disipa.
Está exhausto, parado, inmóvil. El metal se enfría abrazado por una brisa gélida. La nueva piel se fortalece, se metaliza, se vuelve dura y resistente, sin perder liviandad y agilidad.
EPILOGO:

El ex conejo - ahora gravemente desconceptualizado - le pregunta desde una madriguera en el piso: - ¿Te parece un juego? - La ruleta rusa es un juego; y se juega la vida. ¿Por qué no? -
Decide viajar, volar hacia el futuro ahora que está listo para hacerlo.
Pero no pasa el detector de metales. Deberá ir a pie.


miércoles, 23 de julio de 2008

Día de los difuntos

(Dos muertos en una mesa de disección previa a un velorio. Permanecen inmóviles toda la obra)
Muerto 1: ¿Hace mucho que estás acá?
Muerto 2: Morimos juntos, ¿no te acordás?
Muerto 1: Cierto. (Pausa). ¿Fue necesario?
Muerto 2: Sabés que sí.
(Pausa)
Muerto 1: ¿Si estamos muertos, por qué estamos hablando?
Muerto 2: Quizás no estemos muertos del todo; puede ser que hayamos muerto en algún aspecto específico.
Muerto 1: Tal vez.
(Pausa)
Muerto 2: Tu cuerpo está terriblemente frío.
Muerto 1: Está muerto.
Muerto 2: Ya sé; pero el mío conserva algo de calor.
Muerto 1: Ah.
(Entra el maquillador de cadáveres. Ninguno habla hasta que agarra algo de alguna mesa y se va)
Muerto 1: No me lloraste como debías.
Muerto 2: No quería llorar. Hubiese querido amarte sin reparos; el corazón, aunque use forro, se contagia igual.
Muerto 1: Ya es tarde. Estamos muertos, ¿viste?
Muerto 2: Seguro. Siempre tuviste esa gran percepción.
Muerto 1: Y vos esa ironía.
Muerto 2: Dejémoslo acá. (Pausa) ¿Por qué no nos entierran todavía?
Muerto 1: Costumbre. A ellos sí les gusta llorar.
Muerto 2: Bueno. Voy a cerrar los ojos. Que descanses, y despiertes en algún cuerpo agradable.
Muerto 1: Vos también.
Muerto 2: Hasta mañana.
Muerto 1: Hasta mañana.

martes, 22 de julio de 2008

Disposición de las coordenadas del agroquimio con respecto a la insurrección de nuevas zonas de cultivo

- Tengo entendido que no es normal. - Dice como preguntando. - No sé. ¿Importa? - le pregunta como respondiendo. - Cierto; no. Gracias.
Se examinan las heridas mutuamente pero sin urgencia; no son graves, y están a salvo de momento. En medio de los campos de cáncer, un claro no infectado, ni con la puta hierba ni con aquella morfina misericordiosa. Hay pasto verde donde parecía no haberlo, con forma de cama, con forma de sillón, o sin forma; verde. A veces crecen frutillas, pero no como la de los Beatles, sino menos empalagosas, dulces en la justa medida. Crecen con y como los besos: redondas, graciosas, blandas (acaso tiernas), pulposas y ciertamente adictivas.
Suavidad; se puede andar con los pies desnudos, no hay riesgos; acá no. Las gotas de sangre de las heridas pasadas a lo sumo cortan con algo de acidez necesaria, y vuelven más interesante la textura.
Se creía extinta, pero germina paz genuina. Alguien la riega con lágrimas alegres, se vuelve más blanca, mas espesa. Sus espinas tan solo hacen cosquillas. Recubre un abismo de diez inviernos que parecía infranqueable. Nieve tibia.
Afuera hay lobos, hay cancer, hay mierda y sangre pútrida. Afuera demanda coraza. Afuera llueven punzones oxidados.
Pero afuera.

lunes, 21 de julio de 2008

Reflexión

(Una persona se sexo indefinido cubierta por una armadura se acerca a un río de noche para acearse. Queda desnuda)

Persona: Reflejo.
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué sos soldado?
Reflejo: ...
Persona: ¿Contra que peleás?
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué te lavas?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuál es tu suciedad?
Reflejo: ...

(Pausa)

Persona: ¿Por qué vas cubierto?
Reflejo: ...
Persona: ¿De qué te defendés?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuál es la amenaza?
Reflejo: ...
Persona: ¿Te protege realmente la coraza?
Reflejo: ...

(Toma un poco de agua en el area del reflejo)

Persona: ¿Éste es tu sabor?
Reflejo: ...
Persona: ¿Así de fría es tu ternura?
Reflejo: ...
Persona: ¿Así de vacías son tus respuestas?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuáles son tus preguntas?
Reflejo: ...

(Se enfurece. Lanza un golpe al reflejo. Distorción y recomposición del reflejo)

Persona: ¿Siempre volvés a regenerarte?
Reflejo: ...
Persona: ¿Nunca estás quieto?
Reflejo: ...
Persona: ¿No tenés sed de mí?
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué no puedo verte?
Reflejo: ...

(Hunde la cabeza en el reflejo. La saca mojada)

Persona: Tu visión me es imprecisa.
Reflejo: ...
Persona: Tu sabor me es vago.
Reflejo: ...
Persona: Tu contacto me ahoga.
Reflejo: ...
Persona: Tu voz, demasiado profunda.
Reflejo: ...

(El agua se congela. El reflejo queda atrapado)

Persona: ¡Mierda!

miércoles, 16 de julio de 2008

Detenido

Capa de cuero y pelos, piel, hueso, carne y mucosa; ancha, espesa
El ser reflexiona en su prisión, en estado de detención (¿ontológica? ¿domiciliaria?)
Ojos, ventanitas de cárcel con vidrios opacos o rotos; entra frío y poca luz.
El interno se retrae en algún rincón.
Gotera, humedad.
Llegan sonidos, voces por los pabellones, algo mitigados por las capas de congestión.
Preparación. Reparación. ¿Revolución? Evolución. Transmigración.
Algunos recuerdos pocos, de contrabando, como únicas posesiones personales. Algo de aroma y sabor en una probeta de plástico con hielo derretido en su interior. Una cuerda flemática con ganas de vibrar con más libertad.
Libertad...
Las paredes empiezan a abducir al ser. La única libertad está en fundirse, en la simbiosis: que el ser sea el cuerpo, y no su comando. Comunión.
Primeros contactos (aún verdes) con el exterior.
Necesidad de contacto.
Ella.
El - la. Más simbiosis.
Barba caprichosa, como pelo de pubis (poner "de concha" queda feo, lo sé, señora) crecido. Pica.
Fiebre; caldera arbitraria, calefacción alta - gelidez. Pildoras, cayen al preso, terminen con el proceso.
Proceso. Cayen al preso, cayen al preso.
El preso no caya. Aulla extasiado mientras se desgarra y funde con las paredes orgánicas, en el furor de la transición frebril.
De cama.

domingo, 13 de julio de 2008

La Rocola de John Banister

En el centro de aquel recinto abovedado y abanonado, la máquina. De alguna manera sigue andando. Aguarda. El largo pasillo que conduce al exterior recibe los pasos asordinados por una vieja alfombra roja y roída, de aquel visitante intruso. Viene siguiendo los destellos de un neón ténue, de una botonera brillante y unos discos refractarios que giran en un spiedo eterno. Una de sus manos descansa en su bolsillo derecho; la izquierda sostiene un pucho inextinguible.
Todo es silencio, excepto por el roce de los pies con la alfombra y el zumbido de la máquina.
Antes de que todo terminara, la música sobraba. Había demasiada. Ahora todo es silencio... pero está la máquina.
El hombre busca a tientas en sus bolsillos alguna moneda perdida de otros tiempos. El dinero perdió su valor cuando todo se desmoronó. Es increíble que una bomba conceptual pueda ser tanto más destructiva que las otras. El billete se convirtió en un pedazo de papel sin gracia. Es irrisorio; ver algunas almas desesperadas recogiéndolos de las calles y guardándolos, con la esperanza de que en algún momento recobren su valor de cambio.
Las monedas, en cambio, aún guardan algo de utilidad práctica.
El hombre halla una de un peso en su bolsillo de atrás. Es la última que le queda. Quizás jamás vuelva a tener otra en su poder. ¿Quién se atrevería a negar ahora lo hermoso de la música, ahora que más que nunca en toda la historia, su efimericidad es absoluta? La Rocola aguarda impacible. El hombre inserta la moneda y recorre los catálogos con los botones. Encuentra un disco de Sonny Rollins y elige "Decision". Sabe que nunca más va a volver a escuchar ese tema. Cada textura, armonía, cada nota tiene sabor, tiene color, tiene aroma además de sonido; pleno.
Se apoya contra la rocola, afloja los pies y se deja caer hasta sentarse. Cierra los ojos mientras llora y sonríe; mientras oye.

martes, 8 de julio de 2008

Danza de crustáceos

Me acuerdo que el cangrejo bajó las pinzas y permaneció inmóvil, como aguardando. Me acuerdo de los latidos, como tambores tribales, vertiendo metal fundido en los canales de la voluntad para intentar quebrar ese momento.
La caída no es dificil, pero sí el momento que antecede al salto; los muros se persignan con hermosura mientras crujen y caen, y se entregan a las fuerzas irresistibles.
Me acuerdo que el cangrejo percibió la intensidad del momento. Tiene un gran ojo.
(...)
Detrás de la coraza, el cangrejo es suave y tierno; y su carne suave y dulce.
Música. Hundimiento en un mar de sábanas y oleadas de perfume, entre movimientos circulares y armónicos, nudos orgánicos de cuerpos entrelazados y la sensación de seguir descendiendo, cada vez más profundo hasta perder el conocimiento...

... y despertar en una orilla de náufragos, con zurcos en la espalda, zurcos de pinzas delicadas y amables. Espaldas de espíritus fértiles, algo dañadas, intentando regenerarse de sus propias cenizas. Sonriendo.

viernes, 4 de julio de 2008

- Cierre y suture en este sector. - ¿Pero no podría escapársele el alma, maestro? - Nunca vi ninguna que lo hiciera. - ¿Y si pasase lo contrario? ¿Si la dejásemos encerrada en este cuerpo para toda la eternidad? - Jajaja, ¿eternidad? Le aseguro que los gusanos sabrán abrirle caminos a su escape. No se preocupe, y en lo sucesivo trate de preguntarse menos acerca de esto.
El aprendiz comienza a coser con desnvoltura e indiferencia fingida. Realmente tiene mucho asco. La mujer guarda cierto parecido con una que conoció hace tiempo. Aún así, muerta, pues era pálida y de pocas palabras. - Disculpe, maestro, pero no comprendo de donde proviene ese sonido, ni a qué se debe. ¿Debería ser así? - En efecto, una larga y estridente nota parecía emerger de entre las piernas del cadáver. El doctor Banister separa las piernas sin vida; la nota aumenta su caudal. - Usted, venga aquí. - Le da una serie de instrucciones al discipulo y se retira unos pasos.
El discípulo se acerca. Algo avergonzado e inhibido por las miradas de los demás, introduce su dedo tembloroso en la vagina del cuerpo. La dama no se inquieta. El sonido se detiene. - Maestro... - trata de encontrar las palabras tartamudeando - es es es, está... ¡hueca! No hay nada dentro. - ¡Cómo que hueca, bruto ignorante! - Habíendole contestado así, el doctor Banister empuja al aprendiz, y sin siquiera ponerse guantes mete su dedo en el orificio. Empieza a palpar, hasta que lanza un grito de dolor: se cortó con un pedazo de hueso de la cadera, filosísimo. - ¡Abranla! ¡Destrípenla entera! - aulla.
El alumno que antes interviniera se acerca al profesor y le dice: - No lo haga, maestro. Reconozco ese sonido, esa cavidad, esa construcción; la mujer es una gaita. -

martes, 1 de julio de 2008

Trasnoche

Adentro. Las raíces de árboles de años atascan algunas puertas. Y ya no se trata de cerrarlas a éstas o serrarlas a aquellas. ¿Cómo acabar con esa amenaza tan profundamente arraigada, enredada entre los cimientos y nervios del mismo, suelo sin que todo colapse? Hay que volar la puerta. Los barrotes pintorescos cumplen igual función que los toscos. Jaulas de cristales abductoras; nos quieren de huéspedes eternos, mientras el mundo camina, envejece o explota, ¿quién sabe?, acá dentro es todo tan acogedor. ¿Quién pensaría, entonces, abandonar voluntariamente el edén?
Afuera. La jefa de la jauría captura una presa, la sala, la sazona y la prepara con puré. Transcurren siglos hasta probar un bocado. El tiempo se descompuso, pero la noche termina cayendo, algo tarde.
La mañana. Quisiera estar luchando a la par suya, camarada, por apuntalar los párpados con lo que sea, pero acá la pelea es otra, aunque muy parecida: mezcladoras de cemento tratando de amurar cuerpos y petrificar miradas y cambios.

Hay un ojo, uno grande y sin un párpado que lo entorpezca o amenaze con cerrarlo. Su mirada está fija y resplandece.

...y las llaves de la Atlántida no abrieron ninguna puerta. Toadavía.

lunes, 30 de junio de 2008

Consenso

Ortencia no se decide. Piensa que es mejor así. Lo mismo parece sucederle al resto del comité. ¿Cómo estar seguros? Una vez que se consensúe ya no habrá forma de saber si estaban en lo cierto o no. Cosa curiosa, aunque sabida, ¿no son así todos los concensos?
La discución da vueltas, con esa cirularidad bizantina de la indesición constante, conciente. Unos opinan tibiamente, a la espera de que otro refute con la misma tibieza; el código, aunque tacitamente, ya está establecido. Ortencia opina, en un ataque de desesperación por salir de esos túneles discursivos, que lo mejor es tirar de las aletitas del costado suavemente, pero de un solo tirón, y apostar un par de hombres debajo por si el caramelo llegase a saltar.
Gran horror en la sala: la estrategia parece inteligente, algo moderada pero eficaz. Unos viejos balbucean algo imperceptible. Nadie sale a contrariar. Con gran pesar, se designa un pelador, y dos receptores. Ortencia se encargará de dirigir la maniobra.
Se forma un círculo humano y, en el centro de la ronda, la directora se prepara para dar la orden al trío temeroso. -Adelante. - El muchacho tira de las aletas con sumo nerviosismo. El centro rota sobre su eje horizontal hasta desenroscarse y exponer el cuerpo brilloso del caramelo. Un espasmo violento recorre el cuerpo de los receptores, quienes experimentan un súbito alivio al ver que el caramelo quedó pegado en parte al papel y no cayó.
Ortencia estira su mano derecha, lo toma entre su pulgar e índice con gracia y delicadeza venusiana, lo contempla con algo de regocijo y pudor, y lo deposita en su boca. Sus dedos sienten el tacto de la lengua al soltarla y quedan impregnados levemente con algo de saliva. Su lengua es suave, toda su cavidad bucal representa un contenedor aterciopelado que irá desgastando al caramelo hasta exinguirlo. El muchacho pelador sonríe al pensar cuánto le gustaría estar en el lugar de ese caramelo. El resto del comité casi no respira mientras aguarda y observa. Ortencia está ida; toda su concentración se haya en su boca. Finalmente levanta la mirada y sonríe.

domingo, 29 de junio de 2008

¿Lo último que se pierde es la esperanza? Realidad o Leyenda

El siguiente es un extracto del discurso del hombre del personal de limpieza de la decimoquinta conferencia internacional de nudismo en el tercer milenio.

"(...) No estoy de acuerdo con esta sentencia, tan arraigada en nuestras mentes occidentales, que puede de remontarse y encontrar sus orígenes, quizás, en el mito de Pandora y la apertura del ánfora de Epimeteo. Y en última instancia, no es más que una falacia la formulación de tal enunciado. ¿Como perder la esperanza? ¿Como perder el horizonte? Siempre va a estar, porque se trata tan solo de una abstracción, se entiende, ¿no? (...)
Henos aquí la única gran e irrefutable verdad: lo último que se pierde es la ropa interior; tal vez las medias."