martes, 29 de julio de 2008

Reflexión II

Se abre de su escuadra; soldado. Camina como perseguido por su sombra todo el crepúsculo hasta que la oscuridad la absorbe. Llega hasta el mismo estanque, el mismo reflejo. Esta vez es distinto.
Crujido. Siente el desgarro de la piel al quitarse la coraza. Están fundidas y no hay otra forma; lo sabe. Consigue desprenderse de la mayor parte de las placas pero el dolor se vuelve insoportable. Cae inconsciente.
Amanece. Piel arrancada bajo un sol tibio y cálido pero abrasador para su carne expuesta.
Hay que seguir arrancando: dolor placentero, alma elongando, estirándose tortuosa pero gratamente.
Cae el metal con cuero.
Una lanza irrumpe del pasado y se clava en su omóplato derecho. De rodillas consigue arrancársela con parte de tejido y víseras descompuestas. Súbitas arcadas: termina de vomitar lo pútrido solo para darse cuenta de que, involuntariamente, está cagando, denso, negro y sangre coagulada. Se marea. Resbala, cae y se revuelca en su inmundicia. Se siente asqueado, miserable, detestable.
Consigue pararse.
Un frío y dulce llanto de manzanilla con anís alivia momentaneamente el ardor y la ebullición. Limpia el asco, oxigena, aromatiza. La purga terminó.
El cielo se oscurece. Se nubla. Lluvia, piensa con placer. Silencio atravesado por un trueno áspero; mal augurio. Grandes gotas de litio y titanio fundido se precipitan; el cuerpo se estremece, se retuerce de dolor; se arrepiente del sometimiento antes de alcanzar el paroxismo, como es natural, pero ya es tarde.
La tormenta se disipa.
Está exhausto, parado, inmóvil. El metal se enfría abrazado por una brisa gélida. La nueva piel se fortalece, se metaliza, se vuelve dura y resistente, sin perder liviandad y agilidad.
EPILOGO:

El ex conejo - ahora gravemente desconceptualizado - le pregunta desde una madriguera en el piso: - ¿Te parece un juego? - La ruleta rusa es un juego; y se juega la vida. ¿Por qué no? -
Decide viajar, volar hacia el futuro ahora que está listo para hacerlo.
Pero no pasa el detector de metales. Deberá ir a pie.


miércoles, 23 de julio de 2008

Día de los difuntos

(Dos muertos en una mesa de disección previa a un velorio. Permanecen inmóviles toda la obra)
Muerto 1: ¿Hace mucho que estás acá?
Muerto 2: Morimos juntos, ¿no te acordás?
Muerto 1: Cierto. (Pausa). ¿Fue necesario?
Muerto 2: Sabés que sí.
(Pausa)
Muerto 1: ¿Si estamos muertos, por qué estamos hablando?
Muerto 2: Quizás no estemos muertos del todo; puede ser que hayamos muerto en algún aspecto específico.
Muerto 1: Tal vez.
(Pausa)
Muerto 2: Tu cuerpo está terriblemente frío.
Muerto 1: Está muerto.
Muerto 2: Ya sé; pero el mío conserva algo de calor.
Muerto 1: Ah.
(Entra el maquillador de cadáveres. Ninguno habla hasta que agarra algo de alguna mesa y se va)
Muerto 1: No me lloraste como debías.
Muerto 2: No quería llorar. Hubiese querido amarte sin reparos; el corazón, aunque use forro, se contagia igual.
Muerto 1: Ya es tarde. Estamos muertos, ¿viste?
Muerto 2: Seguro. Siempre tuviste esa gran percepción.
Muerto 1: Y vos esa ironía.
Muerto 2: Dejémoslo acá. (Pausa) ¿Por qué no nos entierran todavía?
Muerto 1: Costumbre. A ellos sí les gusta llorar.
Muerto 2: Bueno. Voy a cerrar los ojos. Que descanses, y despiertes en algún cuerpo agradable.
Muerto 1: Vos también.
Muerto 2: Hasta mañana.
Muerto 1: Hasta mañana.

martes, 22 de julio de 2008

Disposición de las coordenadas del agroquimio con respecto a la insurrección de nuevas zonas de cultivo

- Tengo entendido que no es normal. - Dice como preguntando. - No sé. ¿Importa? - le pregunta como respondiendo. - Cierto; no. Gracias.
Se examinan las heridas mutuamente pero sin urgencia; no son graves, y están a salvo de momento. En medio de los campos de cáncer, un claro no infectado, ni con la puta hierba ni con aquella morfina misericordiosa. Hay pasto verde donde parecía no haberlo, con forma de cama, con forma de sillón, o sin forma; verde. A veces crecen frutillas, pero no como la de los Beatles, sino menos empalagosas, dulces en la justa medida. Crecen con y como los besos: redondas, graciosas, blandas (acaso tiernas), pulposas y ciertamente adictivas.
Suavidad; se puede andar con los pies desnudos, no hay riesgos; acá no. Las gotas de sangre de las heridas pasadas a lo sumo cortan con algo de acidez necesaria, y vuelven más interesante la textura.
Se creía extinta, pero germina paz genuina. Alguien la riega con lágrimas alegres, se vuelve más blanca, mas espesa. Sus espinas tan solo hacen cosquillas. Recubre un abismo de diez inviernos que parecía infranqueable. Nieve tibia.
Afuera hay lobos, hay cancer, hay mierda y sangre pútrida. Afuera demanda coraza. Afuera llueven punzones oxidados.
Pero afuera.

lunes, 21 de julio de 2008

Reflexión

(Una persona se sexo indefinido cubierta por una armadura se acerca a un río de noche para acearse. Queda desnuda)

Persona: Reflejo.
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué sos soldado?
Reflejo: ...
Persona: ¿Contra que peleás?
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué te lavas?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuál es tu suciedad?
Reflejo: ...

(Pausa)

Persona: ¿Por qué vas cubierto?
Reflejo: ...
Persona: ¿De qué te defendés?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuál es la amenaza?
Reflejo: ...
Persona: ¿Te protege realmente la coraza?
Reflejo: ...

(Toma un poco de agua en el area del reflejo)

Persona: ¿Éste es tu sabor?
Reflejo: ...
Persona: ¿Así de fría es tu ternura?
Reflejo: ...
Persona: ¿Así de vacías son tus respuestas?
Reflejo: ...
Persona: ¿Cuáles son tus preguntas?
Reflejo: ...

(Se enfurece. Lanza un golpe al reflejo. Distorción y recomposición del reflejo)

Persona: ¿Siempre volvés a regenerarte?
Reflejo: ...
Persona: ¿Nunca estás quieto?
Reflejo: ...
Persona: ¿No tenés sed de mí?
Reflejo: ...
Persona: ¿Por qué no puedo verte?
Reflejo: ...

(Hunde la cabeza en el reflejo. La saca mojada)

Persona: Tu visión me es imprecisa.
Reflejo: ...
Persona: Tu sabor me es vago.
Reflejo: ...
Persona: Tu contacto me ahoga.
Reflejo: ...
Persona: Tu voz, demasiado profunda.
Reflejo: ...

(El agua se congela. El reflejo queda atrapado)

Persona: ¡Mierda!

miércoles, 16 de julio de 2008

Detenido

Capa de cuero y pelos, piel, hueso, carne y mucosa; ancha, espesa
El ser reflexiona en su prisión, en estado de detención (¿ontológica? ¿domiciliaria?)
Ojos, ventanitas de cárcel con vidrios opacos o rotos; entra frío y poca luz.
El interno se retrae en algún rincón.
Gotera, humedad.
Llegan sonidos, voces por los pabellones, algo mitigados por las capas de congestión.
Preparación. Reparación. ¿Revolución? Evolución. Transmigración.
Algunos recuerdos pocos, de contrabando, como únicas posesiones personales. Algo de aroma y sabor en una probeta de plástico con hielo derretido en su interior. Una cuerda flemática con ganas de vibrar con más libertad.
Libertad...
Las paredes empiezan a abducir al ser. La única libertad está en fundirse, en la simbiosis: que el ser sea el cuerpo, y no su comando. Comunión.
Primeros contactos (aún verdes) con el exterior.
Necesidad de contacto.
Ella.
El - la. Más simbiosis.
Barba caprichosa, como pelo de pubis (poner "de concha" queda feo, lo sé, señora) crecido. Pica.
Fiebre; caldera arbitraria, calefacción alta - gelidez. Pildoras, cayen al preso, terminen con el proceso.
Proceso. Cayen al preso, cayen al preso.
El preso no caya. Aulla extasiado mientras se desgarra y funde con las paredes orgánicas, en el furor de la transición frebril.
De cama.

domingo, 13 de julio de 2008

La Rocola de John Banister

En el centro de aquel recinto abovedado y abanonado, la máquina. De alguna manera sigue andando. Aguarda. El largo pasillo que conduce al exterior recibe los pasos asordinados por una vieja alfombra roja y roída, de aquel visitante intruso. Viene siguiendo los destellos de un neón ténue, de una botonera brillante y unos discos refractarios que giran en un spiedo eterno. Una de sus manos descansa en su bolsillo derecho; la izquierda sostiene un pucho inextinguible.
Todo es silencio, excepto por el roce de los pies con la alfombra y el zumbido de la máquina.
Antes de que todo terminara, la música sobraba. Había demasiada. Ahora todo es silencio... pero está la máquina.
El hombre busca a tientas en sus bolsillos alguna moneda perdida de otros tiempos. El dinero perdió su valor cuando todo se desmoronó. Es increíble que una bomba conceptual pueda ser tanto más destructiva que las otras. El billete se convirtió en un pedazo de papel sin gracia. Es irrisorio; ver algunas almas desesperadas recogiéndolos de las calles y guardándolos, con la esperanza de que en algún momento recobren su valor de cambio.
Las monedas, en cambio, aún guardan algo de utilidad práctica.
El hombre halla una de un peso en su bolsillo de atrás. Es la última que le queda. Quizás jamás vuelva a tener otra en su poder. ¿Quién se atrevería a negar ahora lo hermoso de la música, ahora que más que nunca en toda la historia, su efimericidad es absoluta? La Rocola aguarda impacible. El hombre inserta la moneda y recorre los catálogos con los botones. Encuentra un disco de Sonny Rollins y elige "Decision". Sabe que nunca más va a volver a escuchar ese tema. Cada textura, armonía, cada nota tiene sabor, tiene color, tiene aroma además de sonido; pleno.
Se apoya contra la rocola, afloja los pies y se deja caer hasta sentarse. Cierra los ojos mientras llora y sonríe; mientras oye.

martes, 8 de julio de 2008

Danza de crustáceos

Me acuerdo que el cangrejo bajó las pinzas y permaneció inmóvil, como aguardando. Me acuerdo de los latidos, como tambores tribales, vertiendo metal fundido en los canales de la voluntad para intentar quebrar ese momento.
La caída no es dificil, pero sí el momento que antecede al salto; los muros se persignan con hermosura mientras crujen y caen, y se entregan a las fuerzas irresistibles.
Me acuerdo que el cangrejo percibió la intensidad del momento. Tiene un gran ojo.
(...)
Detrás de la coraza, el cangrejo es suave y tierno; y su carne suave y dulce.
Música. Hundimiento en un mar de sábanas y oleadas de perfume, entre movimientos circulares y armónicos, nudos orgánicos de cuerpos entrelazados y la sensación de seguir descendiendo, cada vez más profundo hasta perder el conocimiento...

... y despertar en una orilla de náufragos, con zurcos en la espalda, zurcos de pinzas delicadas y amables. Espaldas de espíritus fértiles, algo dañadas, intentando regenerarse de sus propias cenizas. Sonriendo.

viernes, 4 de julio de 2008

- Cierre y suture en este sector. - ¿Pero no podría escapársele el alma, maestro? - Nunca vi ninguna que lo hiciera. - ¿Y si pasase lo contrario? ¿Si la dejásemos encerrada en este cuerpo para toda la eternidad? - Jajaja, ¿eternidad? Le aseguro que los gusanos sabrán abrirle caminos a su escape. No se preocupe, y en lo sucesivo trate de preguntarse menos acerca de esto.
El aprendiz comienza a coser con desnvoltura e indiferencia fingida. Realmente tiene mucho asco. La mujer guarda cierto parecido con una que conoció hace tiempo. Aún así, muerta, pues era pálida y de pocas palabras. - Disculpe, maestro, pero no comprendo de donde proviene ese sonido, ni a qué se debe. ¿Debería ser así? - En efecto, una larga y estridente nota parecía emerger de entre las piernas del cadáver. El doctor Banister separa las piernas sin vida; la nota aumenta su caudal. - Usted, venga aquí. - Le da una serie de instrucciones al discipulo y se retira unos pasos.
El discípulo se acerca. Algo avergonzado e inhibido por las miradas de los demás, introduce su dedo tembloroso en la vagina del cuerpo. La dama no se inquieta. El sonido se detiene. - Maestro... - trata de encontrar las palabras tartamudeando - es es es, está... ¡hueca! No hay nada dentro. - ¡Cómo que hueca, bruto ignorante! - Habíendole contestado así, el doctor Banister empuja al aprendiz, y sin siquiera ponerse guantes mete su dedo en el orificio. Empieza a palpar, hasta que lanza un grito de dolor: se cortó con un pedazo de hueso de la cadera, filosísimo. - ¡Abranla! ¡Destrípenla entera! - aulla.
El alumno que antes interviniera se acerca al profesor y le dice: - No lo haga, maestro. Reconozco ese sonido, esa cavidad, esa construcción; la mujer es una gaita. -

martes, 1 de julio de 2008

Trasnoche

Adentro. Las raíces de árboles de años atascan algunas puertas. Y ya no se trata de cerrarlas a éstas o serrarlas a aquellas. ¿Cómo acabar con esa amenaza tan profundamente arraigada, enredada entre los cimientos y nervios del mismo, suelo sin que todo colapse? Hay que volar la puerta. Los barrotes pintorescos cumplen igual función que los toscos. Jaulas de cristales abductoras; nos quieren de huéspedes eternos, mientras el mundo camina, envejece o explota, ¿quién sabe?, acá dentro es todo tan acogedor. ¿Quién pensaría, entonces, abandonar voluntariamente el edén?
Afuera. La jefa de la jauría captura una presa, la sala, la sazona y la prepara con puré. Transcurren siglos hasta probar un bocado. El tiempo se descompuso, pero la noche termina cayendo, algo tarde.
La mañana. Quisiera estar luchando a la par suya, camarada, por apuntalar los párpados con lo que sea, pero acá la pelea es otra, aunque muy parecida: mezcladoras de cemento tratando de amurar cuerpos y petrificar miradas y cambios.

Hay un ojo, uno grande y sin un párpado que lo entorpezca o amenaze con cerrarlo. Su mirada está fija y resplandece.

...y las llaves de la Atlántida no abrieron ninguna puerta. Toadavía.