jueves, 9 de septiembre de 2010

Duendes

Hace cosa de un mes los empecé a sentir de nuevo. Y estaba El Sujeto; había vuelto. Hacía dos años que me estaban transplantando los ojos, y no los había vuelto a percibir.
También empezaron a sonar murmullos, y a resaltarse algunas sombras. Y entonces, todos en Getzelmina empezamos a recordar, aunque muy gradualmente.
Hace unos días empezaron a verse. Empezó en los conventos a donde los mandaban. Aparecieron, mucho más reales que los que habían estado apareciendo hace un año.
Hoy, a través de una cámara vi a una de ellos. La más parecida a Folavril.
Y pude escucharlos también, mientras cantaban su canción de marcha.

lunes, 2 de agosto de 2010

Memorias de El Flaco con Cara de - publicidad de - Gillete



Por alguna razón mientras se erguía en la cama y le acariciaba con torpe ternura la parte baja de la espalda a su compañera dormida, tuvo recuerdos que no eran suyos. Un perro lo contemplaba con extrañeza y sumisión, sólo para volverse a echar al pie de la cama ante la estufita eléctrica.El flaco vio en su mente, no sin algo de pudor, como quien revisa un celular ajeno: un perro muy de barrio, llorando al verlo llegar (no a él, sino al dueño de los recuerdos) a una casa precaria porque sabía que recibiría una galletita húmeda de una alacena abichada; un piso negro, pintado con laca, lágrimas y moco, levantarse para enseñar su aspereza de cemento un poquito día a día; vio a un inodoro que terminaría con su sistema de drenaje averiado comerse una carga de pastas que podrían haber dormido a un par de rinocerontes y a una cebra adolescente por unos días; vio a la humedad ceñirse como la peste por todos lados, y dejar su perfume en todo lo que sus garras acariciaban; vio La Historia del Partido Bolchevique a medio leer encima de un banquito encontrado en la calle a medio recauchutar, esperando eternamente ser forrado de cuerina marrón; vio el dibujo a carbonilla de un viejo sin nombre, colgado en una pared con una máscara de Batman hecha con una hoja de un periódico de izquierda, lo vio deslizarse de a poco sobre el arrullo de una gotera que lo miraba de arriba, hasta caerse y hacerse añicos contra el suelo; vio a dos viejos amigos reirse en medio de largas charlas distorsionadas por la hierba, y se quedó pensando en la reflexión que hacían de la facilidad para encarar mujeres que tenían la mayoría de los personajes de Darín; vio remolinos de besos y caricias dispersas, y hasta sintió la voracidad del agujero que deja un sentimiento furioso al implosionar, mostrando sus dientes despechados deseosos de clavarse en la primer yugular que se le atraviese; vio los abrazos de una madre ajena (y en este caso sería ajena al cuadrado, ya que, a riesgo de sonar repetitivo, no eran sus recuerdos), y eventualmente pudo hacerse de la sensación de película antigua que rodeaba al poseedor de las memorias, cada vez que se emborrachaba junto a ella; pudo ver una bicicleta herrumbrarse, pudo ver partes de moto en todas partes, pudo ver la búsqueda obsesiva de monedas que lo sacaran del barrio, y la exhaustiva resistencia mental por no fundirse como una lamparita en corto. Seguramente vio muchas cosas más que no recordó, o que quizás recuerde en un futuro relato. Lo que es seguro es que se dejó caer en la cama, sonrío mientras se dormía haciendo cucharita con quien le dedicara un soneto de ronquidos, y no le dio gran importancia a esas ocurrencias de media noche.

lunes, 28 de junio de 2010

El abismo hacia arriba, vestido con un saquito negro y una sonrisa vórtica



Eslabones de una larga y delgada cadena de aceite y pizza, a más de $2,50 la porción en Federico Lacrozze parecen imitar el movimiento sensual de la criatura; no lo logran. Todo vuelve a Lacrozze, ¿verdad? Es como el gran vórtice donde convergen las frustraciones delante de las vidrieras de pizza, y más pizza, perpetuas testigos silenciosas y devoradas. Tal vez sea porque ellas representan en primer lugar lo inalcansable, lo que sólo se llega a percibir con la nariz como para sentar en acta el deseo que nunca se concreta; más bien, ¡con lo que te cobran dirá una señora que intenta cambiar monedas en un kiosco - sin éxito -! Pero ese pesimismo senil tan de señora no entra en el subte, asi que todo vuelve ahí abajo. (...)

viernes, 25 de junio de 2010

El Aganem'ij espejado, o lo que no quedò de él en estos pagos

Quizàs reboten contra los parches reventados de una chancha de estudio esos anteojos cools, de la cara de un cool al enterarse. Quizàs encuentren una razón hinchada de helio los que siempre buscan una cuando se les pinchò la que tenìan, o se tragaron el gas para hablar en registro flautesco. No parece haber muchas alternativas serias, màs que el canturreo nunca original, pero siempre renovado de los eternos aprendices de clown con esos sabidos nùmeros sobreactuados e impostados.
Como sea, clown, cool, casatrati di helio, parecen desaparecer bajo la marea de la nocturnidad del viernes a la noche, y entremesclarse con el pitido en la oreja. El problema es que esa marea no es lo suficientemente consistente como para ahogarse ni para flotar lejos de la isla del naufragio.
Hay problemas màs serios que esa isla y sus recuerdos.
Hay tareas màs actuales, y sueños muy lejanos.
Hay un estremecerse de las cuerdas que gritan ser frotadas, y un viejo rojo que llora con fortaleza y rabia.
Hay un pibe que nunca lo pasaron a buscar y no tiene a donde ir.
Hay una sirena que ya sòlo canta en voz baja; un oìdo vicioso con sìndrome de abstinencia.
Hay un chocolate que exige ser degustado; una lengua reticente y muy golpeada.
Hay un perfume embriagante, en un cuenco cristalino fràgil e inalcansable en la estanterìa de alguna tìa vieja y gorda, con el pelo teñido, labial rugoso, y aros grotescos. Para colmo, un chiwawa latoso lo custodia.
Hay una fracciòn interna que se incrusta muy adentro y pincha. Hay una purga, de te de orègano sin azucar, sin inflaciòn.
De tanto haber hay acciòn, y de tanta acciòn hay reacciòn. La tensiòn se dilata como el mercurio de un termòmetro febril, en Callao de contramano.
Vacìo,
vacìo,
Vacìo.
De verdad.

sábado, 15 de mayo de 2010

(Himen) Enredado

Mis pelos fueron rapados, arrancados,
para volver,
para volver a crecer,
para volver a nacer - bebe enredado-,
para volver al camino que se pierde,
en el màs azul de los avismos - mar de noche -.
para volver al Himen - inexitinguible -
quebrado por el Violador del Desengaño.

Ahora està algo crecido
como el dìa en que nos perdimos - pero un poco antes -,
para volver, y poder elegir
o caer otra vez.
¿Y si aprendieramos esta vez de nuestra muerte,
y la de los nuestros,
para no volver a morir;
y romper,
con esa falsa circularidad,
de la historia,
del pasado,
de carrousell del ItalPark;
para vencer el miedo,
y poder soplar en esa trompeta,
presuntamente maldita,
y desterrar esos fantasmas metálicos,
haciendola sonar,
otra vez,
hermana,
compañera,
camarada?

[letra no cantada del tema homònimo de la pelìcula "ESMA: Memorias de la Rresistencia"]


http://www.youtube.com/watch?v=-aGgbjxdwhI

viernes, 29 de enero de 2010

Shakespeare Marxista

Me gustás más así, Julieta, cuando en lugar de lamerte las heridas que te hacés con tus garras de aguilucha vieja, tomás el veneno, no de un presunto Romeo muerto - sería sobredosis - sino de un mundo pútrido, y vomitas una estructura concreta y lacerante de palabras llenas de energía.
Julieta, quizás no naciste para el amor, pero podrías morir por él. No te molestes tanto, tenemos al menos una bala policial, con nuestro nombre labrado. Relajate, ¿sí?

jueves, 28 de enero de 2010

Espiralada

Literatura del ombligo. Ella ella ella.
Desabastecimiento de espejos; necesidad de reflejo. Lastimoso.
Desabastecimiento de interlocutores fiables; necesidad de un orejo. Tristozo
Aparece Orejo. Orejo endulza Oreja. Aunque solo por el pabellòn; la miel es tan superficial que ni llega a olerse desde el tìmpano. Oreja compra y se vende. Siempre fue asì.
Oreja no escucha, es paradòjico y hasta un problema existencial. ¿Para que està una oreja que no escucha? Bueno, es cierto, los aritos le quedan bien, vale.
Oreja dice pretender azucar, pero consume Chuker.
Oreja espera llenarse de cera para apuñalarse con un cotonete. Hermètica. Quizàs eso justifique todo.
Oreja es Ojera, pero no sojera, aunque ajera.
Oreja raja rejas rojas, rojas, rojas.
Oreja dicese rota, pero no tiene huesos. Cartìlago endurecido.
Orejase dicese lastimada, pero un arito saca al otro, y su aujerito no se cierra nunca.
Salvo que lo arranquen. Pero no es la costumbre. Lo habitual es cambiarlo cuando se mece solo.
Por otro, por otro por orto.
Etc.

domingo, 17 de enero de 2010

Totem

- Entiendo que el miedo parte de la incertidumbre; de no poder discriminar el peligro y, en consecuencia, verlo en todas partes. Como en esa obra de walsh, ¿viste?: "el enemigo se ha vuelto invisible" - dijo. - ¿Y sabés una cosa? Ya no tengo miedo. El enemigo se presenta con una nitidez asombrosa, como un camaleón trucho que se despinta ante una tímida garúa, y del camuflaje pasa al contraste. - Y entonces, ¿cual es el problema? - le preguntó. - El problema es esa lluvia. Ya no ahoga, sólo enfría, vuelve las cosas azules y algo tristes. Y podría conseguir un buen paraguas, ¿sabes? Pero es mi lluvia, y de momento no puedo salirme - replicó con una sonrisa azulada. Era una sonrisa triste, pero llena de fortaleza.

- No, no voy a conseguir un paraguas. Voy a hacer que se detenga.