lunes, 16 de noviembre de 2009

Los ojos de Charlie

(...) y cientos de Liliputienses le hicieron una ronda, lo tumbaron y lo estaquearon al suelo. Lo párpados se los sostuvieron con palos para que no pudiera dejar de mirar al cielo.
Y vio como el cielo se descomponía, y se caía, y con el todas las estrellas, mientras la tierra cimbaba y se quebraba en dos a su espalda. El firmamento descongelado lo ahogaba, y cada estrella muerta que tragaba se le pinchaba en la garganta, como abrojos galácticos. De la grieta de la tierra surgieron escorpiones, y ya no había ahí más nadie para espantarlos. Uno a uno lo fueron picando. Pero cuando el veneno inundaba la sangre, y amagaba con llegar al corazón, la visión de la única estrella que quedaba hacía que su sangre se purgara en un dolor desgarrador.

Consiguió liberar una mano y habiéndola cerrado, le enseñó su puño a esa estrella; la roja.

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