Paciente: ...pero duele mucho.
Doctor: Me temo que...
P: (interrumpiendo)... es la única manera, ¿verdad?
D: Así es. Es bueno que lo sepa.
P: Yo lo se; mis tripas no y no paran de retorcerse. ¿No puede hacer que vaya más rápido?
D: No se queje tanto. Es una buena máquina, una Yelmo que está como el día en que la compraron.
P: Duele.
D: Eso ya lo dijo usted, sea más original. Describa que es lo que siente.
P: Esa aspiradora en el ombligo no se puso bien. Se me sale sangre por los costaditos, y creo que aspira de más. Me saca la risa de los pulmones; y creo que se está llevando un pedacito de espíritu...
D: No me conmueve, no sea tan dramático. No es el primero, y detrás suyo aguarda una infinidad de pacientes más.
(Silencio)
P: ¿Es necesario que la extirpe toda? ¿No puede dejar un pedacito aunque sea?
D: Bien sabe usted que no, no se para qué me lo pregunta.
P: Por llorón.
D: Bien; procure dejar de hacerlo.
P: Procure tener un poco más de tacto.
(Entra una enfermera; nadie repara en ella)
P: ¿Por qué duele más de noche?
D: Lamento informarle que el contagio se produjo en horario nocturno. Su cuerpo entero estuvo expuesto, y mucho me temo que también tendré que arrancarle la piel nuevamente, por más que tenga poco uso esta nueva que trae.
P: Lo se. Hágalo. Total, vuelve a crecer, ¿no?
D: Depende, pero la que tiene ya no le sirve de mucho. Lo siento, me tengo que ir. Intente descansar.
P: Intente irse a la mierda.
(El doctor se retira. El paciente cierra los ojos. Sueña con un conejo, con un cazador y una licuadora)
P: ¿No hay otra forma, verdad? ¿Doctor? ¿Hola?
(Las luces se apagan muy de a poco)
lunes, 26 de octubre de 2009
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