[ Musica maestro: http://www.youtube.com/watch?v=AZnQUMxYPds ]
Los perros se miran y sonríen ante la coda de sus vidas. Todo cobra un nuevo sentido; la realidad es nítida, es fresca como el pasto del campo a la mañana, como el agua de los lagos olvidados de montaña. La tarde baña a las siluetas en oro luminoso, y las partículas de polvo planean ante la visión de los mártires. La paz es quebrada, o más bien, acompasada por los golpes del hacha del verdugo contra el piso hueco. Alguien fantasea y lo ve como uno de esos directores barrocos que en lugar de usar batuta, golpeaban sus bastones contra el piso. Pronto, dos sacos inertes y encapuchados bailarán para él.
Los canes inspiran profundamente. Quizás intenten, inconcientemente, aferrarse de algo, o quedarse con algo antes del final, aunque sólo sea el aire de sus pulmones. Uno de ellos jadea y piensa: "le llevaría horas al pintor más avezado recrear el color de la sangre sobre el verde de los tablones de onix del cadalso. Lástima que apenas alcance a verlo."
El otro interrumpe su meditación: - La muerte es renovación, compañero. Las cosas podrán ser distintas para los que nos sucedan. -
El hacha dibuja una curva áurica contra el destello de la última luz de esa tarde. La imagen es fuerte, pero el último a ser ejecutado conserva el recuerdo de su compañero en lo alto, y no la del cuerpo con su cabeza pendiendo de un jirón de carne que no alcanzó a ser cortado. Son concientes de por qué están ahí, y su moral no se quiebra.
Ningún pintor pudo nunca recrear aquellos colores.
lunes, 5 de octubre de 2009
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1 comentario:
nudo....
La encontraron muchos días después, tirada en el sofá, entre sus manos una carta de despedida escrita en sangre. La misma sangre que cubría toda la alfombra y las paredes. Murió de tristeza, dijeron los médicos. Nunca pudo saberse la verdad y del cuarto nunca pudieron limpiar el olor a cementerio.
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