lunes, 5 de octubre de 2009

Agua e Vinho

[ Musica maestro: http://www.youtube.com/watch?v=AZnQUMxYPds ]


Los perros se miran y sonríen ante la coda de sus vidas. Todo cobra un nuevo sentido; la realidad es nítida, es fresca como el pasto del campo a la mañana, como el agua de los lagos olvidados de montaña. La tarde baña a las siluetas en oro luminoso, y las partículas de polvo planean ante la visión de los mártires. La paz es quebrada, o más bien, acompasada por los golpes del hacha del verdugo contra el piso hueco. Alguien fantasea y lo ve como uno de esos directores barrocos que en lugar de usar batuta, golpeaban sus bastones contra el piso. Pronto, dos sacos inertes y encapuchados bailarán para él.
Los canes inspiran profundamente. Quizás intenten, inconcientemente, aferrarse de algo, o quedarse con algo antes del final, aunque sólo sea el aire de sus pulmones. Uno de ellos jadea y piensa: "le llevaría horas al pintor más avezado recrear el color de la sangre sobre el verde de los tablones de onix del cadalso. Lástima que apenas alcance a verlo."
El otro interrumpe su meditación: - La muerte es renovación, compañero. Las cosas podrán ser distintas para los que nos sucedan. -
El hacha dibuja una curva áurica contra el destello de la última luz de esa tarde. La imagen es fuerte, pero el último a ser ejecutado conserva el recuerdo de su compañero en lo alto, y no la del cuerpo con su cabeza pendiendo de un jirón de carne que no alcanzó a ser cortado. Son concientes de por qué están ahí, y su moral no se quiebra.
Ningún pintor pudo nunca recrear aquellos colores.

1 comentario:

Jimena Gale dijo...

nudo....

La encontraron muchos días después, tirada en el sofá, entre sus manos una carta de despedida escrita en sangre. La misma sangre que cubría toda la alfombra y las paredes. Murió de tristeza, dijeron los médicos. Nunca pudo saberse la verdad y del cuarto nunca pudieron limpiar el olor a cementerio.