martes, 8 de julio de 2008

Danza de crustáceos

Me acuerdo que el cangrejo bajó las pinzas y permaneció inmóvil, como aguardando. Me acuerdo de los latidos, como tambores tribales, vertiendo metal fundido en los canales de la voluntad para intentar quebrar ese momento.
La caída no es dificil, pero sí el momento que antecede al salto; los muros se persignan con hermosura mientras crujen y caen, y se entregan a las fuerzas irresistibles.
Me acuerdo que el cangrejo percibió la intensidad del momento. Tiene un gran ojo.
(...)
Detrás de la coraza, el cangrejo es suave y tierno; y su carne suave y dulce.
Música. Hundimiento en un mar de sábanas y oleadas de perfume, entre movimientos circulares y armónicos, nudos orgánicos de cuerpos entrelazados y la sensación de seguir descendiendo, cada vez más profundo hasta perder el conocimiento...

... y despertar en una orilla de náufragos, con zurcos en la espalda, zurcos de pinzas delicadas y amables. Espaldas de espíritus fértiles, algo dañadas, intentando regenerarse de sus propias cenizas. Sonriendo.

1 comentario:

Jimena Gale dijo...

Brindo:
Por los cangrejos, porque caminen para adelante y no para atrás o para el costado.
Para que los surcos remuevan las corazas.
Para que las cenizas vuelen de la orilla y dejen tras de si una estela de recuerdos inofensivos, despejando la nube de los ojos y así seguir caminando hacia adelante, convertidos, ya sin caparazón ni pinzas ni muros... sonriendo.